Cuento 3


LOS DOS HERMANOS

En la comunidad de Cabracancha, cerca de la ciudad de Acunta, vivían los hermanos Julio  y Andrés junto a su mamita. El primero aparentemente era muy listo, en cambio el segundo fingía ser un tonto.
Un día Julio salió a recoger leña porque era necesario prever de ella, pues el aguacero ya apuraba.
En casa quedó Andrés al cuidado de su mamita, cumpliendo su deber le sirvió agüita de manzanilla con harina de cebada y mientras la viejita comía, él le rozaba los pies con una fina pluma de gallina y al mismo tiempo le decía:
-        ¡Coquío, coquío mamita!
La viejita reía a carcajadas hasta que se ahogó y murió instantáneamente.
Andrés muy asustado cargó a su mamita y la colocó en el terrado de la casa, sentada con su rueca en la cintura hilando un copo de lana.
-        Pasaron unas horas, Julio retornó a la vivienda y preguntó:
-        ¿Dónde está la mamita?
Se subió al terrado, allí está sentada hilando su rueca, cuando la llamo no me contesta, para colmo no me quiere ni mirar -contestó Andrés.
Julio decidió ir a verla, pero al tocarla por el hombro, la viejecita se desplomó aparatosamente.
-        ¡La mamita está muerta! -exclamó muy sorprendido y apenado.
-        ¡No puede ser! La mamita se subió sanita y buena -manifestó Andrés.
Los dos hermanos se abrazaron y lamentando la muerte de la abuelita tuvieron que arreglar la casa para el duelo. Horas después la gente iba llegando al velorio y les daban el más sentido pésame por tan irreparable pérdida, pero al promediar el medio día, Andrés sentía un hambre irresistible y se le ocurrió robar un huevo a su única gallina colorada, ésta al darse cuenta se asustó y huyó del nido cacareando en forma muy alborotada.
-        ¡Ah! Quieres hablar que yo te he robado un huevo, ¿no? -dijo Andrés al animal, entonces cogió un palo y de un golpe la destrozó la cabeza, pero al momento de cocinarla se percató que no alcanzaba para todos los acompañantes, por lo que también mató a su gato y lo preparó haciéndolo pequeños trocitos. Al percatarse de este acto los dolientes y acompañantes optaron por abandonar el domicilio de los dos hermanos, puesto que el almuerzo era muy comprometedor.
Instantes después los hermanos al verse muy solos  decidieron llevar el cadáver al cementerio para darle cristiana sepultura, entonces alquilaron un asno para trasladar a su mamita al cementerio. Julio jalaba al animal y Andrés hacia de arriero.
El camino al campo santo estaba poblado de zarzas y las púas de esta planta atraparon las ropas de la viejita, no obstante Andrés se hizo de la vista gorda, pero al llegar al cementerio Julio muy enfadado preguntó a su hermano:
-        ¿Dónde está la mamita?
-        ¿La mamita? ¡Ah!… la vi que se quedó comiendo moras -contestó Andrés.
Finalmente, a Julio no le quedó otra alternativa que retornar en busca de su mamita para conducirla nuevamente al cementerio y darle una cristiana sepultura.